miércoles, 27 de abril de 2011

Carlos Eduardo Zavaleta: finalmente en el cielo sin cielo de lima



Ha pasado el tiempo y finalmente Carlos ya está con Tita, su amada. Pasaron 80 años desde que este dejó Caraz, tierra donde nació, para contagiar su literatura, recorriendo el mundo para al final encontrarse con su esposa en El cielo sin cielo de Lima.

La literatura fue su vida, pero esta empezó siendo su plan b. “Originalmente iba a estudiar Medicina, pero no pude. Yo fui un buen alumno en secundaria y me dio el gusto por la historia, la ciencia y un poco la literatura, en ese orden. Iba a cumplir 16 años cuando salí del colegio y quise ser médico, psiquiatra”. Recordaba con nostalgia. “Me gustaba mucho leer y pensar. Me gustaba exponer. Cuando salí del colegio había leído poco, pero ya había tenido la suerte de leer a Faulkner y a Joyce. “El Quijote” y “El lazarillo de Tormes” también fueron mis primeras armas. Entonces pensé que mi vida era la ciencia, pero no resistí. Los profesores me parecían deficientes, no había laboratorios, ¿cómo se podía estudiar física y química sin laboratorios? La autoridad de mi padre era muy fuerte. Decía que cuando un hombre se compromete a algo tiene que cumplir su promesa vivo o muerto. Aguanté dos años de Medicina y no pude más. Mi hermano Aníbal, que estudiaba Medicina, me acompañó a hablar con mi padre. Fue el intermediario. “No se pueden aceptar cosas que van contra uno mismo”, dijo. Por eso digo que mi primera gran transformación fue pasar de la ciencia a la literatura.”

Su esposa partió 5 años antes que él. Y siempre le hizo mucha falta. “cuando desaparece esa persona te das cuenta de qué poco tiempo la has amado, que deberías haberlo hecho más. Cualquier amor por inmenso que sea te pide más devoción y a veces el hombre es bastante descuidado. Cuando uno siente que la mujer lo ama de verdad, uno se descuida.” Y a pesar de no haber tenido hijos dejó un gran legado: muchos sobrinos, cientos de alumnos, y miles de seguidores. “Sé tú mismo siempre, con la lucidez y con la verdad que siempre estén en los ojos, mira a la gente, amplía tu mundo y amplía el mundo de los demás. Ese es un buen comienzo para ser feliz.” Nos dijo alguna vez.

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